Entre los ríos Saja y Nansa se esconden villas fascinantes llenas de leyendas, bosques, casonas, tradiciones y bellos parajes trucheros y de vaca tudanca. Sin duda su variedad y belleza le confieren un encanto especial.
Entre las villas y pueblos que se asientan a ambos lados de los ríos Saja y Nansa circulan mágicas leyendas de cántabros; las hadas se ocultan en sus bosques y en sus fascinantes villas. Cantabria es una zona de indianos, y de escritores que vivieron en casas solariegas y palacetes. El Saja, excelente río truchero, es uno de los hilos conductores del recorrido por las vastas praderías, pueblos ganaderos, nobles casonas y densos hayedos. Dejarse llevar por el cauce del Saja es recorrer paisajes de contrastes que se nutren de la magia evocadora de la mitología y las raíces cántabras. Entre brañas y bosques, hayedos y castañares el recorrido hechiza a cada paso. Aquí es obligatorio degustar el cocido montañés, al que en Uceda, cerca de Ruente, se rinde culto con la Fiesta del Cocido Montañés, que se celebra el primer fin de semana de Septiembre.
En el margen del río Nansa el tiempo parece haberse detenido por sus rincones. Cuajados de socarreñas típicas, portaladas rústicas, cementerios, huertos, solanas, iglesias, retablos y neveros, el margen del Nansa muestra las esencia más rural y desconocida de Cantabria. Este generoso raudal, el mayor río salmonero de Cantabria, se nutre de los manantiales y riachuelos que nacen en las sierras de Peña Labra y Peña Sagra. Discurre por impresionantes parajes de extensos bosques de hayas y robles, en los que se refugia una rica fauna, y por pueblos repletos de casonas hidalgas. Se trata de un valle con carácter y cultura propios por su relieve, su vegetación, su fauna, su clima, su historia y sus costumbres ancestrales. Es el territorio de la vaca Tudanca, y sus chuletones son un manjar incuestionable.

Bárcena Mayor (Saja)
Bárcena Mayor, declarado Conjunto Histórico Artístico, parece ser que es el
pueblo más antiguo de Cantabria, aunque nadie lo diría por sus maravillosas
solanas cuajadas de geranios, hortensias y panochas. Sus portalones lucen
impecables después de siglos de cobijar bajo ellos los típicos carros. Con una
población que no llega a 100 habitantes, Bárcena invita a pasear entre el
entramado de sus casas, casi todas de los siglos XVI y XVII, donde los arcos de
piedra señalan las que son de mayor nobleza. Hay que ver la Iglesia de Santa
María, del XVII, y las antiguas Casas Rectorales. Y es inevitable un paseo
hasta su puente del XVI, al que se asoman los soportales abiertos, esencia del
poblamiento montañés.
Valle (Saja)
Valle está situado en un llano, al pie de dos grandes alturas, y con menos de
200 habitantes, la Villa es Conjunto de Interés Artístico. Sus casas, de
arquitectura tradicional, datan de los siglos XVI al XVIII, y entre las más
llamativas destacan la Casona de Rubín de Celis y la torre de Augusto González
Linares. En Valle hay que visitar el Eco museo José María de Coz. Ubicado en
una casona típica montañesa del XVIII, es un espacio para entender la actividad
agrícola y ganadera, así como las costumbres de la zona, su cultura y sus
singularidades arquitectónicas. Muy cerca, en Terán, hay que pasear por La
Castañera, donde entre castaños centenarios se levanta la iglesia de Santa
Eulalia, original del XI.

Ruente (Saja)
Ruente es una villa con encanto donde disfrutar de la tranquilidad y recorrer
el paraje ubicado junto al Saja en la parte más baja del Valle. Imprescindible
pasear por La Fuentona, cuyas aguas manan de una pequeña cueva, de forma
intermitente, y es punto de Interés Geológico. Muy cerca está el puente
medieval de nueve ojos y de escasa altura, por el que de manera sorprendente,
corre el agua a raudales. Ruente conserva antiguas viviendas rústicas, como la
casona de Nogalera, del XVIII, el palacio de Mier, que es Bien de Interés
Cultural, y un humilladero del XVII con una cruz de madera original y relieves
que representan las animas las Ánimas del Purgatorio. Otro prodigio de Ruente
es el quejigal del monte Aa.
Cabezón de la Sal, Carrejo y Bosque
Secuoyas (Saja)
Cabezón de la Sal, ubicado en un cruce de valles, nos remite a las vitales
explotaciones de sal que hubo en la zona hasta hace poco, y que dio a la villa
gran riqueza. Entre sus casas blasonadas destaca el palacio de Bodega, el
palacete de los Condes de Santiago, el del doctor Arines y la casa de los
Gutiérrez Mier. A las afueras de Cabezón, es imprescindible recorrer el Parque
de Sequoias del Monte Cabezón, así como el yacimiento de Cabrojo. Y a menos de
2 kilómetros, en Carrejo es obligatorio recorrer el Jardín de Carrejo que, en
30 000 metros cuadrados, alberga más 85 especies diferentes de los más bellos
ejemplares de árboles y flores. Dentro de él está la fabulosa casona del XIX,
hoy hotel.

Mazcuerras (Saja)
Mazcuerras fue Malacoria de la que partió la Ruta de los Foramontanos en la
época de la Reconquista, para la repoblar Castilla. En esta encantadora villa
Concha Espina escribió gran parte de su obra. Se conserva su preciosa casa de
estilo barroco montañés, y Luzmela, su bello jardín. Impresionante también el
palacio de los Gutiérrez y Mier, fundado por don Juan de Hoyos, hombre de armas
de Carlos V, y la casona del barrio de Pobladura. Interesante la iglesia de San
Martín, del siglo XVIII, y el monumento que el pueblo levantó a Concha Espina.
Se podría llamar el pueblo de las flores, ya que sus bellos colores y variedad
de especies adornas fachadas y calles, dando un aroma especial a la villa.
Tudanca (Nansa)
Ya en el Nansa, entre robles y abedules, se esconde Tudanca, un asentamiento
pre medieval, de maravillosa arquitectura típica de piedra de mampostería, y
madera de los bosques de la comarca. Este conjunto Histórico Artístico fue
elegido hace cien años por José María de Pereda como escenario de Peñas Arriba.
En Tudanca está la genuina La Casona de José María de Cossío, que atesora en su
biblioteca miles de ejemplares, como los manuscritos De tal palo tal astilla,
de José María de Pereda, o una segunda copia manuscrita de La Familia de
Pascual Duarte de Cela, apuntes de García Lorca, así como traducciones a mano
de Manuel Azaña. Por esta increíble Casona han pasado grandes escritores.
Cosio (Nansa)
El río Nansa se topa con Cosío, una joya asentada en los márgenes de su
afluente el Vendul, que rezuma historias hidalgas medievales, y casonas
indianas fruto de la melancolía de sus dueños. Cosío ha recogido este año el
Premio Pueblo de Cantabria 2016 como reconocimiento a su labor de recuperación
de la tradición y la arquitectura popular, y no es para menos. En Cosío
destacan sus casonas vinculadas al linaje de los Cosio, de donde deriva su
nombre. Una de las más llamativas es la Casa de los Cosio, del XVII, con una
soberbia solana y un blasón barroco. Y su Iglesia parroquial San Miguel
Arcángel, del XVII, se alza en uno de los parajes más bellos de la villa.

Carmona (Nansa)
Carmona, que enamora a primera vista, es otro de los núcleos que atraviesa el
Nansa, y posiblemente sea uno de los conjuntos mejor conservados y uno de los
más bellos de Cantabria, declarado Conjunto Histórico Artístico. Conserva
intacta su arquitectura tradicional entre las que hay muchas casonas blasonadas
del XVII y XVIII. Entre ellas destaca el Palacio de los Díaz Cossío y Mier, que
ahora se está rehabilitando quizá para ser un futuro hotel. En Carmona, nada
mejor que callejear para disfrutar de cada rinconada y esquinazo, de sus
balcones floreados y de la sensación de sus huertos. A las afueras está el
magnífico molino hoy rehabilitado como vivienda. Su Iglesia de San Roque
también merece una visita.
Puentenansa (Nansa)
Es la capital del municipio de Rionansa y su nombre proviene del puente sobre
el rio Nansa que cruza la villa. Puentenansa se encuentra en el centro del
municipio, en un cruce de carreteras, entre la que viene desde el norte, y la
que proviene desde Cabuérniga. Sus alrededores están cuajados de encinares que,
junto con el truchero Nansa la convierten en un lugar para disfrutar de la
naturaleza en estado puro. A orillas del Nansa está el antiguo Balneario de La
Brezosa del XIX, que aunque se conserva su señorial edificio, hoy está en
desuso. E interesante es su templo de San Jorge, de principios del XX.
Puentenansa cuenta con una gran tradición ganadera por lo que celebra tres
importantes ferias a lo largo del año.

Cueva El Soplao (Nansa)
La cueva El Soplao se descubrió a principios del siglo XX con motivo de la
explotación de las minas de La Florida. Ubicada en un enclave mágico, está
considerada una de las grandes maravillas de la geología, rica en formaciones
excéntricas que la hacen única. Además de su valor geológico, la cueva y su
entorno albergan un excepcional patrimonio industrial minero, con más de 20
kilómetros de galerías, castilletes, hornos lavaderos y talleres. Tras una
empinada y sinuosa carretera se llega a El Soplao, que merece la pena tanto por
la cueva, como por su increíble panorámica. Desde sus miradores se ve el Macizo
del Alto Campoo, la Peña Sagra, los Picos de Ozalba, y los de Europa.
Fuente: Viajar El Periodico.
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